María Rebeca Hernández
Un pequeño acercamiento al mundo teatral desde una perspectiva distinta es lo que como lector vas a encontrar, esta es la historia de un performance teatral que trata el tema del maltrato y la identidad sexual
Un pequeño acercamiento al mundo teatral desde una perspectiva distinta es lo que como lector vas a encontrar, esta es la historia de un performance teatral que trata el tema del maltrato y la identidad sexual
Son las 11 de la noche, un poco más tarde, o un poco más temprano y en Facebook aparece un estado parecido a la primera página de Aura de Carlos Fuentes. Un diseñador de modas solicita a una persona con mi exacto perfil, así que decido ofrecerme voluntaria y esperar que la suerte decida.
Pocos minutos después
comienzo a recibir preguntas para comprobar que encajo en el perfil que desean.
Lo hago. Jorge Koubbe, el dueño del muro de Facebook donde comenté me explica
un poco la idea que tiene en mente. Se trata de un performance sobre la identidad sexual y lo transgresora que puede
ser la sociedad. Me encanta y es como si en ese momento firmara mi contrato de
participación.
La vida de un actor
jamás tiene espacios en los que decir “tengo tiempo libre”, así que estoy una y
otra vez diciéndole a Jorge que estoy muy ocupada para reunirme con él. Me temo
que estar actuando me impida actuar en otro lugar, así que por un largo tiempo
me olvido de aquella idea que tanto me entusiasmaba: la combinación del teatro
y el modelaje (el perfil perfecto en el que encajaba). Respiro y me dedico a
mis tantas otras cosas, no “tengo tiempo libre” para lamentarme.
Un día cualquiera tengo
una llamada perdida de Jorge Koubbe, cuando la veo han pasado al menos cuatro
horas desde que llamó. Estaba en función de teatro. Pasan los días hasta que
nos volvemos a poner en contacto. Ahora todo es real, necesita que nos reunamos
y me ha mandado una propuesta a mi correo electrónico.
La historia a
representar trata sobre dos jóvenes con rasgos fuertes o débiles, que no
permiten identificar con claridad cuál es el hombre y cuál la mujer. Estos
personajes serás transgredidos a través de cambios de vestuario y por la
audiencia misma, para representar la metamorfosis que están sufriendo para encontrar
la persona que verdaderamente son. Al leer la historia me
siento más comprometida con el proyecto.
El sábado a las 10 de
la mañana estoy en la estación Plaza Venezuela, voy tarde a mi reunión con
Jorge y Carlos Quispe, a quien conoceré ese día. Él es quien se encarga de mi
vestuario, mientras Jorge lo hace del hombre. Llego 20 minutos tarde al
encuentro, pero aún el primero de ellos tarda un poco más.
Converso con Carlos
sobre la propuesta, hasta que llega Jorge. Me enteró en el medio de la conversación
de que estaré rodeada de un equipo con el que ya he trabajado y conozco su
talento actoral, Isaac PS de Castro será el personaje masculino (si es que
podemos llamarle así para el caso de la historia) que me acompañara. Recuerdo
de él, ser la primera persona con la que me tocó hacer contacto en el grupo de
teatro al que pertenecemos.
Los tres hablamos un
poco sobre cómo vemos la puesta en escena, lo corpóreo, lo dramático y la
metamorfosis. Poco a poco entiendo que la metamorfosis es nuestra también, que
cada trabajo que uno realiza te cambia para siempre e inevitablemente. Estamos
dispuestos a ello.
En la plaza Los Palos
Grandes no prestan el baño, así que decidimos probar suerte en la Sala Cabrujas
para poder probarme el vestuario. La amabilidad del señor Iván Oropeza borra la carencia de ella en la Biblioteca Los Palos Grandes. Lo logramos.
Carlos saca entonces un vestido blanca que asemeja a una mariposa que ha salido de su capullo, y cuando la tela se desliza
por mi cuerpo, sé que en él encontraré toda la inspiración que necesite para el
trabajo teatral. Todo va a salir bien.
Nos despedimos, no sin antes saber que el resultado será hermoso solo por haber conversado un rato. Pienso de nuevo en la metamorfosis, en cómo todo simple hecho nos cambia. Esto no pasaría si no hubiese conocido a Jorge, a quien conocí por trabajar en un programa de televisión, que no tendría de no haber sido por un excelente profesor que me motivó, y otra serie de pequeños factores que no vale la pena mencionar. Cuando me cuenta cómo llegó a Isaac –no a través de mí– me doy cuenta de lo cierta que es la ley de los seis grados de separación y de lo mucho que la desaprovechamos.
Me entrego entonces a
esta metamorfosis que ha de culminar (o empezar) este sábado 6 de julio en la
Sala Cabrujas, dentro de un evento sobre el VIH, la identidad sexual y sobre
todo, de encuentro para personas con esta condición.